jueves, 5 de febrero de 2009

12) Venus, voluptuosidad impetuosa.


Petunias de suaves ondulaciones rosáceas cual sinuosas
y esponjosas carnalidades en las cálidas laderas del Monte Venus.
Jardín de Larraona.
(Foto de Jesús Díaz).
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LLegó arrogante en olas tumultuosas de mágica algarabía,
precedida de heraldos, timbales y clarines,
cabalgando, altiva, corcel fogoso de doradas crines,
en la inmensidad etérea de la claridad del día.
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Erguida en su imponente majestuosidad divina,
flameando sus rubios cabellos al soplo lujurioso de Eolo,
derrama suavemente su denso hechizo de fuego,
seduciendo con tórridas miradas de fulgor y lascivia.
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Almas castas e ingenuas en urdimbre de pudor tejidas,
abandonad audaces la cruel tiranía del recato mortecino,
y en las umbrías del jardín de las delicias, gozosas hundíos,
por los efluvios de abrasadora sensualidad de Venus mecidas.
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Estremeced las fibras de vuestro corazón dormido, en orillas encendidas,
que la voluptuosidad anegue impetuosa los campos yermos ahítos de deseos inhibidos,
que broten saltarinas las aguas vivificantes de veneros escondidos,
y se dispersen las sombras tenebrosas de la letal rutina.
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Con fina flecha, Eros dejó mi intimidad dulcemente herida,
despertaron torrentes de pasión que en frío lecho del olvido reposaban,
lenguas ardientes de mi volcán en erupción
sobre Esther amorosamente se deslizaban
ansiando tiernamente devorarla en vorágine de conscuspicencia
bajo el peplo acogedor de Afrodita.
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Querencia exaltada, en las brumas de la indiferencia perdida,
pues el Niño alado, caprichoso y voluble, a mi amada descuidó,
empapando mis entrañas en la dolencia más atroz.
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¡¡Ay de mi!!, derroché mi Ser a borbotones en cascada no correspondida,
Y se fue disipando quedamente, en atardeceres de languidez y melancolía,
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Pero pervive, ¡¡ay!!, bajo las cenizas, el rescoldo de la esperanza, Esther , amada mía.
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Jesús Díaz, tres de Agosto de 1995.