jueves, 5 de febrero de 2009

3) Oleadas de aire glacial.


Azucena del jardín de Larraona en todo su esplendor.
Sus bellos estambres de oro dormitan en lecho de nieve.
(Foto de Jesús Díaz).
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Oleadas de aire glacial barriendo inmisericordes las calles de la ciudad, frío gélido en mañana invernal,
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Esther, dulce Esther,
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deseo cobijar en la calidez de mi pecho tus manos ateridas y lívidas, que horas ha soportan, en su trémula desnudez, la intemperie desapacible.
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quiero envolver en hálito templado tus dedos de rosa, finos y delicados.
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Abrázame tiernamente y róbame sin escrúpulos, cual Prometeo audaz, las llamas de mi hoguera para calentar tu Ser.
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Permíteme a cambio, Esther,
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solazar mi espíritu en las plácidas aguas de tu mirada y en la ternura de tu sonrisa.
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regodearme silenciosamente contemplando la tenue palidez de tus mejillas,
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deleitar mi turbado corazón gozando con fruición de tu hermosura y de tu figura, grácil y retozona.
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Tu felicidad es mi felicidad, dulce Esther; sin ti, la Nada, el Abismo insondable.
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Zaragoza, 7 de Enero de 1995.
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